No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Quizá sea atrevido contarte esto porque es muy íntimo. Reflexioné mucho si hacerlo o no, porque todavía muchas personas se rigen por
el cerebro más racional (Izquierdo) y lo
juzgan todo según su dogma de fe o su criterio sociocultural , y esto que relato puede parecerles fruto de
una alucinación o algo similar. Lo cierto es que no tengo que justificarme y tengo
los pies muy en la Tierra para poder hacer esto que hago de forma natural desde niña, “parece ser que no perdí el mapa de regreso”, pero siempre lo he tenido silenciado hasta que he llegado a comprender lo que vivía “allí”.
Es una práctica en cierto modo chamánica, inducida por mi voluntad y con plenas facultades. Las hay en las
que se entra en un estado alterado de conciencia incitada por ciertas
sustancias, sonidos, etc…, pero este no es el caso, así que comienzo a narrarte una de
mis experiencias vivenciales.
EL LUGAR DONDE CONVERSO CON EL ALMA.
Hay un lugar al que voy cada vez que necesito conversar con
mi alma, lo guardo en mi bolsillo, así que fíjate que poco espacio ocupa
pero lo inunda todo cuando lo extiendo,
cuando lo despliego a mi alrededor.
Allí me siento, respiro conscientemente hasta que me siento
liviana, dejo que el Sol me bañe, que descienda la luz dorada por completo, ese
es para mí el vacío luminoso que deja
que mi dolor se evapore, que consigue que haga las paces con mis miedos para
que estos me dejen tranquila. Silencio y entrega, esa es la clave.
Allí suelto lo que ya no me es necesario, lo entrego como una
práctica resuelta y aprendida y, tomo nuevos caminos desconocidos que seguro
están esperando para enseñarme cosas nuevas. De nuevo silencio y entrega…Y calmadamente contemplo los cambios del
paisaje, elevo la mirada al cielo, me limpio de los sinsabores, dejo los mil
ropajes de los que se viste el ser humano para poder sobrevivir dentro de un mundo de quimeras
y me siento libre por ese instante. Silencio y entrega. Porque el
silencio es el conductor que atraviesa las puertas que nos conducen a otras
dimensiones, porque entrega es dejar que el nagual te muestre. Silencio, y entrega es lo que resuena en mí… Me hago
consciente que estoy aquí, pero también “allí”… Expando el tiempo.
Tengo conexión con dos mundos…, me siento feliz…, sin
fisuras, porque estoy en contacto con el espíritu que Yo Soy… , y entonces
aparecen un par de águilas reales sobrevolando el cielo, trayendo un mensaje…, porque
ese lugar está hecho de vibraciones luminosas, de sentimiento que conforma la “otra”
realidad. Allí no soy nada y lo soy todo, en ese espacio me vacío y me lleno
leyendo historias de eternidad. Y cuando ya estoy llena de mí, regreso, no sin
antes agradecer y honrar el lugar y el espacio.
Es muy liberador marcharse sin
moverse y sin que nadie sepa dónde estoy y, regresar con savia nueva.
No se trata de una experiencia abstracta, ni de un vuelo de
imaginación, ni de una visualización, sino de un encuentro contigo mismo y
tiene que ver con la voluntad de encuentro.
Mente, miedo, orgullo, ambición, ruido mundano, distracciones…, todo esto
tiene que quedar atrás…
Ahora vuelvo a mirar en mi bolsillo y hay plegado otro paisaje sagrado al que ir para
volverme a encontrar con mi alma y que ella me hable.
©Luhema
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